Si durante toda la historia de la humanidad no ha habido un acuerdo sobre una definición de ARTE y si cada uno de nosotros interiormente tenemos una idea de lo que es una obra de arte, a veces díficil de explicar, no es conveniente (ni debe darse el caso) sacar esas dudas cuando trabajamos profesionalmente en el ámbito de la gestión cultural. Una cosa es el gusto o idea que tengamos nosotros personalmente sobre una obra y otra muy distinta la que debemos tener como profesionales. De hecho, no debemos caer en el sentimiento de sentirnos "críticos de arte" o "comisarios expertos" cuando ese no es nuestro cometido. El gestor cultural se debe no a la interpretación del Arte sino que se debe a los artistas, a sus obras, a los espacios y al público. Nosotros debemos ser el pegamento entre todos esos ingredientes pero no caer en la opinión o el sentir de la obra. La idea es tratar de ser objetivos y asépticos.
Debemos ser respetuosos con todos los artistas y obras que nos llegan. En Artistic Metropol, por ejemplo, nos llegan muchos jóvenes cineastas que han hecho un cortometraje o una película independiente para celebrar su premiere. Nunca me paro a examinar la "calidad cinematográfica", el "mensaje de la película" o "el lenguaje fílmico" que han utilizado. El parámetro que debo analizar como gestor en un cine es la duración y la única calidad que debo examinar es la de la resolución del formato de vídeo y si el audio es correcto para una proyección adecuada al público. Y eso es así independientemente de que sea Isabel Coixet o que sea un chaval de instituto quien presenta la obra. Todas las obras y todos los artistas merecen su respeto desde el lado del gestor cultural cuya misión es el acompañamiento y dedicación. Todos los trabajos tienen su interés para su creador y desde el respeto y la importancia adecuada es desde donde se debe trabajar. Para la crítica y la opinión ya hay otros ámbitos.
Lo mismo sucede con los espacios de arte. Puede aparecer el comisario de turno con sus obras de pintores de renombre y consagrados, pero también puede aparecer el autor emergente que trata de hacer realidad su arte en sus sencillas pinturas, fotografías o instalaciones... Todas ellas son importantes y merecen la categoría de ser gestionadas si se da el correspondiente OK entre los programadores del espacio. A nosotros como gestores y coordinadores de exposiciones nos tiene que interesar el presupuesto, el transporte, el montaje, el tipo de obra, la gráfica, la difusión, la comunicación, la búsqueda de públicos, la ambientación del espacio... pero nunca la crítica de la obra y mucho menos su interpretación. Y si nos toca ser los programadores no nos debemos dejar llevar por el impulso instintivo inicial del gusto personal sino por el objetivo del espacio, el riesgo intencionado, la demanda de público ó la estrategia del contexto.
En fin, que desde la humildad .... seamos más gestores culturales y menos críticos de arte.