Cuando viajas por muchos pueblos de Castilla y León (que es lo que más conozco) te encuentras con sitios preciosos, parajes estupendos y monumentos con un valor histórico y artístisico espectacular. Sin embargo cuando quieres entrar en ellos, te encuentras puertas cerradas, papeles en la puerta con horarios imposibles y en el mejor de los casos te dicen que preguntes en el bar puesto que la cuñada de la hermana del alcalde tiene la llave. Es un mal recurrente en muchos puntos de España. Como bien dice Mercedes Morales, en España tenemos muchos recursos culturales pero no sabemos transformarlos en productos culturales. Y es por ello que como gestores tenemos casi la obligación de valorar y poner a disposición de la gente los recursos y modos culturales que subyacen en nuestro territorio.
A pesar de que Jordi Pardo, sin faltarle razón, diga que "hasta ahora se ha gestionado la oferta, pero es necesario gestionar la demanda, que ahí está la oportunidad y el reto", personalmente siento que aún nos queda mucho camino para gestionar bien el ofrecimiento de la oferta. De hecho, el concepto de economía creativa (que aglutina a la cultura, la gestión y la tecnología) supone el reto de aplicar creatividad en los recursos existentes con 3 motivaciones principales:
- Hacer que propios y ajenos puedan disfrutar de los valores culturales de la zona, ofreciendo una experiencia cultural gratificante.
- Hacer prosperar económicamente la zona para mejorar la vida de los que allí viven.
- Preservar la memoria de la historia y de lo autóctono para transferir su conocimiento a las generaciones actuales y futuras en el modo en el que ahora lo hacen.
El reto es grande. Además, la experiencia de Jordi nos advierte que a parte de la idea (20%) y del plan (30%), el mayor peso del proyecto recae en el factor de con quién lo haces (50%). En unos casos habrá que tirar de instituciones públicas, en otros de asociaciones pequeñas, en otras en empresas privadas o en un mix de ellas, pero dado que hoy en día hay poco dinero para todo, las aportaciones y patrocinios se pueden hacer en especies (como gusta decir a Enric Martínez-Castignani) es decir por colaboración y cooperación de trabajos en pro de un proyecto común, donde todos salgan beneficiados. Las empresas, las marcas, están dispuestas a ayudar no sólo aportando dinero (patrocinio clásico, implicados en el proyecto ¿verdad Eduardo Lazcano?) sino a través de lo que mejor saben hacer (y que menos les cuesta hacerlo): su propio producto. Nos contaba Mercedes Morales que incluso en instituciones públicas, una marca (por ejemplo, Endesa) aportaba la infraestructura de luz durante 3 meses a una exposición a cambio de estar en unos carteles o en el catálogo ó la expeciencia de Enric cuando pidió a una marca de cava que ofreciese una copita a la salida de un teatro mejorando la experiencia cultural del espectador, sin necesidad de recurrir a dinero.
(Dibujo by Agintzari)
Son tiempos difíciles, donde a nivel institucional los procesos públicos de concurrencia de proyectos son largos y tediosos y donde ni siquiera la Ley de Mecenazgo sale adelante, así que con un poco de intención e imaginación y sobre todo de colaboración (unión de fuerzas) podemos transformar muchos de los maravillosos recursos locales en productos culturales sin tener que pensar en subvenciones o patrocinios monetarios. Personalmente creo que el éxito para ello actualmente radica en una buena gestión organizativa, en una buena comunicación/divulgación y en el patrocinio en especie.
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